domingo, 6 de julio de 2014

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS



Pasado el día de reposo, cuándo ya amanecía el primer día de la semana María Madre y María Magdalena fueron a ver el sepulcro. De pronto hubo un gran temblor de tierra, porque un ángel del Señor bajó del cielo y acercándose al sepulcro quitó la piedra que lo tapaba y se sentó sobre ella. El ángel brillaba como un relámpago y su ropa era blanca como la nieve. Al verlo, los soldados temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel dijo a las mujeres:

-No tengan miedo. Yo sé que están buscando a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, sino que ha resucitado como dijo. Vengan a ver el lugar donde lo pusieron. Vayan pronto y digan a los discípulos: “Ha resucitado y va a ir a Galilea antes que ustedes, ahí lo verán”

Las mujeres se fueron rápidamente del sepulcro con miedo y mucha alegría a la vez y corrieron a llevar la noticia a los discípulos. En eso Jesús se presentó ante ellas y las saludo. 

Ellas se acercaron a Jesús y lo adoraron abrazándole los pies, y Él les dijo:

-No tengan miedo. Vayan a decirles a mis hermanos que se dirijan a Galilea y que allá me verán-

Mientras iban las mujeres, algunos soldados de la guardia llegaron a la ciudad y contaron a los jefes de los sacerdotes todo lo que había pasado. Estos jefes fueron a hablar con los ancianos para ponerse de acuerdo con ellos. Y dieron mucho dinero a los soldados a quienes advirtieron:

-Ustedes digan que durante la noche, mientras ustedes dormían, los discípulos de Jesús vinieron y robaron el cuerpo. Y si el gobernador se entera de esto, nosotros lo convenceremos y a ustedes les evitaremos dificultades-

Los soldados recibieron el dinero e hicieron lo que se les había dicho. Y esta es la explicación que hasta el día de hoy circula entre los judíos.

Así pues, los once discípulos se fueron a Galilea, al cerro que Jesús les había indicado. Y cuando vieron a Jesús lo adoraron, aunque algunos dudaban. Jesús se acercó a ellos y les dijo:

-Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Vayan pues, a las gentes de todas las naciones y háganlas mis discípulos bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.

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