Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se
llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que
sentada a los pies del Señor escuchaba su Palabra.
Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de
la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola; con
todo el trabajo? Dile que me ayude».
Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te
inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, una sola cosa es
necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada».
Palabra del Señor
Hay muchas cosas que nos
inquietan en la vida. Y no sólo a nivel personal, sino también social.
Encontramos a muchos que
han sido apaleados y dejados medio muertos; y nos detenemos ante sus diversos
males para tratar de remediarlos, pues no es justo pasar de largo ante ellos.
¡Y cómo quisiéramos que
muchos que se contentan con pasarse la vida a los pies de Jesús se hicieran
solidarios de nuestros trabajos a favor de los demás para remediar sus males, y
a favor de la justicia ante quienes han sido víctimas de los malvados!
El Señor nos quiere como discípulos suyos no
sólo escuchando su Palabra, sino poniéndola en práctica viviendo cercanos a los
demás y tratando de ser para ellos un signo del amor misericordioso de Dios.
Por eso le hemos de pedir a Dios que nos ayude
para que no nos quedemos en una religión de prácticas religiosas, sino que
demos el paso a una fe que nos identifique con Cristo en su entrega por
nosotros.
Que Él nos ayude a vivir nuestra fe de un modo
totalmente comprometido.
El Señor nos invita a no
separar acción de oración, ni oración de acción.
Conocemos los males que
azotan grandes sectores de la humanidad; reconocemos el esfuerzo de muchos que
trabajan a favor de una vida mejor y más justa para los demás. Ante estas
realidades nos acercamos al Señor como discípulos para conocer sus caminos;
para dejarnos penetrar por su entrega a favor de los demás; para hacer nuestros
su Vida y su Espíritu, y para meter la mano en la solución de aquello que nos
esclaviza, no generando luchas fratricidas, sino generando una vida más justa y
una economía que no sólo vele por los intereses de los poderosos, sino también
por los intereses de los trabajadores, cuyas familias muchas veces viven
desprotegidas, faltas de todo. Entonces no sólo se vivirá un paternalismo,
entregando ayuda a los pobres, sino que se vivirá la comunión fraterna,
compartiendo lo nuestro con las clases más desprotegidas.
Escoger la parte mejor
significa convertirse en discípulo de Cristo para después actuar como testigo
suyo en las realidades concretas de cada día.
Amén
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