Un fariseo invitó a Jesús a cenar a su casa. Jesús
entró y se sentó a la mesa. El fariseo se extrañó que no se lavara antes de
comer.
Pero el Señor le dijo: «¡Así son ustedes, los
fariseos! Purifican por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de
voracidad y perfidia. ¡Insensatos! El que hizo lo de afuera, ¿no hizo también
lo de adentro? Den más bien como limosna lo que tienen y todo será puro».
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi
vida?
Así dice Jesús a los fariseos y al fariseo que todos
llevamos dentro. Generalmente cuidamos más la belleza exterior que la interior,
nos importa más el aplauso de las personas que el reconocimiento de Dios, nos
gusta destacar más nuestras buenas obras que las de los demás.
Jesús nos llama a la coherencia, a la humildad, a la
verdad.
Señor, también yo vivo
preocupado por la apariencia y no me ocupo del cuidado del
corazón.
Dedico más tiempo a
maquillarme que a mejorarme, a aparentar bondad que a ser
bueno, a cuidar más las ramas
que las raíces, a vivir más de
cara afuera que de cara adentro.
Hazme comprender, Señor,
que no desperdicio el tiempo cuando me dedico a reflexionar
y a pensar, a sopesar las
consecuencias de lo que hago y de lo que no hago; cuando procuro espacios de silencio y de
quietud, para poder escuchar,
escucharme y escucharte.
Ayúdame, Señor, a cuidar
y a alimentar mi espíritu, leyendo buenas lecturas, viendo
bellos paisajes, acercándome a
las personas que me pueden motivar y a todas aquellas a las que puedo
ayudar, dejando que tu amor me
purifique y me dé vida.
Amén
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