El Señor designó a otros setenta y dos, además de
los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las
ciudades y sitios adonde Él debía ir.
Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los
trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe
trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de
lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar
a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que
descienda la paz sobre esta casa!" y si hay allí alguien digno de
recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el
que trabaja merece su salario.
No vayan de casa en casa. En las ciudades donde
entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; sanen a sus enfermos y digan
a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes"».
Palabra del Señor
¿Qué
me quieres decir, Señor?
¿Cómo
puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Celebramos
la fiesta de San Lucas. Un día sintió la llamada de Jesús, que quería confiarle
una misión. Puedo recordar las llamadas que a lo largo de la vida he recibido y
dar gracias por ellas. Y preguntarme: ¿a qué me llamas ahora, Señor?
Para
Jesús el mundo no es un negocio que explotar, ni un espectáculo que contemplar,
ni un peligro que destruir. Para Jesús, el mundo es una mies, un campo necesitado
de trabajadores. ¿Cómo miro el mundo? ¿Cómo miro a las personas?
"Transforma
mi mirada egoísta, Señor"
"Gracias
Señor por compadecerte de mis miserias"
"Señor,
enséñame a mirar como tú me miras"
Pedid al
dueño de la mies que envíe trabajadores a su mies. Pedid a Dios que envíe
laicos que transformen el mundo, sacerdotes que sirvan a las comunidades
cristianas, religiosos y religiosas que nos recuerden la absoluta grandeza de
Dios. Pedid y escuchad la llamada de Dios. Escuchad y llamad a otras personas.
Señor, nos has llamado de nuevo. No por ser los mejores, ni los más listos, ni los más fuertes. Nos llamas porque nos quieres, porque quieres hacernos felices. Confiaste en nosotros, te vuelves a fiar, a pesar de que no lo hicimos todo bien.
Señor, nos has llamado de nuevo. No por ser los mejores, ni los más listos, ni los más fuertes. Nos llamas porque nos quieres, porque quieres hacernos felices. Confiaste en nosotros, te vuelves a fiar, a pesar de que no lo hicimos todo bien.
Nos llamas y nos envías: ¡Poneos en camino!
Tenemos miedos y a veces nos cansamos, nos asalta
la duda, la tentación y no encontramos sentido al trabajo. Mucha gente no nos
entiende, nos critica y llega el desánimo. Tú nos lo habías advertido: “Os envío
como ovejas en medio de lobos”.
Danos una mirada limpia para ver el mundo como Tú lo ves: como un gran campo que necesita obreros, brazos dispuestos a trabajar, corazones abiertos para amar, pies que acorten las distancias…
Danos una mirada limpia para ver el mundo como Tú lo ves: como un gran campo que necesita obreros, brazos dispuestos a trabajar, corazones abiertos para amar, pies que acorten las distancias…
Nos dices: “No llevéis talega, ni alforja, ni
sandalias”. Lo importante es que te llevemos a Ti, que sintamos la alegría de
ser tus amigos, que transmitamos, con la humildad de sentirnos pecadores, que
Tú estás cerca y que contigo llega la Paz a nuestra vida.
Responder a tu llamada es lo mejor que podemos
hacer. Será motivo de alegría para nosotros y de felicidad para muchos. Gracias
por esta nueva llamada. Gracias por todos los que te responden y me animan a
decirte: "Estoy dispuesta. Estoy dispuesto".
Envíame sin temor, que estoy dispuesto.
No me dejes tiempo para inventar excusas, ni permitas que intente
negociar contigo.
Envíame, que estoy dispuesto.
Pon en mi camino gentes, tierras, historias, vidas heridas y sedientas
de ti.
No admitas un no por respuesta
Envíame; a los míos y a los otros, a los cercanos y a los
extraños a
los que te conocen y a los que sólo te sueñan y pon en mis manos tu tacto que cura, en mis labios tu
verbo que seduce; en mis acciones tu humanidad que salva; en mi fe la certeza
de tu evangelio.
Envíame, con tantos otros que, cada día, convierten el mundo en
milagro.
Amén
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