Jesús dijo a los fariseos:
«¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de
la menta, de la ruda y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el
amor de Dios! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.
¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar
el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas!
¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que
no se ven y sobre los cuales se camina sin saber!»
Un doctor de la Ley tomó entonces la palabra y
dijo: «Maestro, cuando hablas así, nos insultas también a nosotros».
Él le respondió: «¡Ay de ustedes también, porque
imponen a los demás cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera
con un dedo!»
Palabra del Señor
¿Qué
me quieres decir, Señor?
¿Cómo
puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús ama
a su madre María porque lo acogió nueve meses en su vientre y porque sus pechos
lo amamantaron, pero todavía la valora más por escuchar y cumplir la Palabra de
Dios. Para Jesús no valen títulos de sangre, ni los grados académicos, ni la
partida de bautismo. Para Jesús, lo importante es escuchar la Palabra de Dios y
cumplirla.
Escuchar
y cumplir la Palabra de Dios requiere un corazón abierto, para poder acoger la
sorpresa de Dios, seguros de que sus caminos son distintos (y mucho mejores)
que los nuestros.
Escuchar
y cumplir la Palabra de Dios es nuestra tarea permanente. Permanente. De cada
día. De todos los días.
Con la
Virgen del Pilar pedimos a Dios fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y
constancia en el amor.
Gracias, Padre, por María, la Virgen.
Ella es Pilar de nuestra fe, de nuestra vida
cristiana.
Es pilar seguro por su humildad y sencillez.
Es pilar firme porque se apoyó en el mejor cimiento, se apoyó en Ti, en tu
amor, que nunca falla, se apoyó en tu palabra, palabra escuchada y cumplida.
Fue pilar en el que descansó su prima Isabel, su esposo San José y los
primeros discípulos de Jesús.
Es pilar en el que nosotros nos podemos apoyar.
Gracias.
Gracias, Padre, por todas las personas que han sido
y son pilares, pilares para las familias, parroquias y comunidades; pilares en los que se
pueden apoyar los amigos y los pobres, pilares en los que he apoyado y apoyo mi debilidad.
Recuerdo sus nombres con un corazón agradecido:
Padre bueno, quieres que yo sea también un buen
pilar,
Sé que con mis
propias fuerzas no puedo ser un pilar seguro, y quiero apoyarme, como María, en el mejor
cimiento, quiero
apoyarme en Ti, en tu amor, en tu palabra.
No quiero apoyarme en el dinero, ni en la mentira.
Sólo Tú eres el cimiento que nunca se mueve.
Muestra tu fuerza en mi debilidad, tu grandeza en
mi pequeñez, para que sea pilar en el que puedan descansar las personas que Tú pones
en mi camino.
Amén
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