Jesús dijo a los fariseos y a los
escribas esta parábola:
Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja
acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido,
hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de
alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice:
«Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido».
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más
alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y
nueve justos que no necesitan convertirse.
Palabra del Señor
Sólo cuando
se tienen entrañas de amor y de misericordia hacia alguna persona no sólo se le
buscará cuando la hayamos perdido, sino que se estará dispuesto a dar la vida
por ella, con tal de recuperarla.
Muchas veces nosotros nos
hemos dispersado lejos del Señor. Probablemente al Señor no se le ha perdido
una oveja, sino una buena parte del Rebaño. Por eso, a quienes nos hemos dejado
encontrar por Él, y nos ha constituido en su Iglesia, nos envía para que,
teniendo en nosotros el mismo amor de su Corazón, colaboremos constantemente
con Él para ir en busca de las ovejas descarriadas hasta encontrarlas, y
llevarlas de vuelta al redil, no a golpes ni regaños, sino con el mismo amor y
misericordia con que el Señor nos ha tratado a nosotros.
Nuestra alegría es estar
en torno al Señor, que nos ama, en esta Eucaristía en la que nos reúne después
de habernos buscado y encontrado, para traernos y sentarnos a su Mesa.
Del Corazón abierto del
Salvador brota para nosotros la Vida nueva, de la que nos hace partícipes en
esta Eucaristía.
Por eso podemos decir que
su Corazón, su amor, se convierte para nosotros en comida y bebida de
salvación.
Mediante la Eucaristía
entramos en comunión de Vida con el Señor, de tal forma que Él vive en
nosotros, y nosotros en Él.
La fiesta del Sagrado
Corazón de Jesús es para nosotros no sólo motivo de alegría, sino la
oportunidad que el Señor nos ofrece para que sean nuestros su Amor y su Vida.
Aprovechemos esta
oportunidad que el Señor nos concede.
El Señor nos dice en otra
ocasión: Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón. Nosotros nos
unimos a Cristo para hacer nuestras su Vida y sus actitudes, de tal forma que
Él continúe amando y salvando a la humanidad entera por medio nuestro.
Celebrar la fiesta del
Sagrado Corazón de Jesús nos ha de llevar a convertirnos en motivo de paz y de
alegría para nuestro prójimo. A nosotros corresponde continuar la obra de
salvación de Dios en el mundo. La iglesia de Cristo debe ser un signo de
Cristo, Buen Pastor, que con amor y misericordia, busca la oveja descarriada
hasta encontrarla. Y esa oveja descarriada no es sólo aquella que después
podría dejarnos su lana; son todos aquellos que se alejaron del Señor, que son
víctimas de las maldades y vicios, que han sido injustamente tratados y heridos
por gente deshonesta y sin piedad.
No sólo hemos de
contemplar el Corazón amoroso y misericordioso de Cristo, sino que hemos de
contemplar el nuestro propio para examinar si somos fieles en transparentarlo
para nuestros hermanos.
Roguémosle a nuestro Dios
y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la gracia de saber amar a nuestro prójimo, y de procurar su bien en la
misma forma en que Dios lo ha hecho para con nosotros.
Amén
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