sábado, 12 de diciembre de 2015

MI ALMA CANTA LA GRANDEZA DEL SEÑOR



Durante su embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:

«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?

Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».

María dijo entonces:

«Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de su servidora».


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 



A la gente le cuesta reconocer a Juan como el profeta enviado de Dios, le cuesta reconocer a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios. También a nosotros nos cuesta reconocer la cercanía de Dios en nuestra vida:

Señor, danos la mirada de fe de Juan Bautista, para descubrirte y reconocerte en la vida, en mis gozos y esperanzas, en mis tristezas y angustias, en los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de los que sufren y de todas las personas.

Qué sepamos verte y oírte, sentirte y tocarte.

Señor, danos la valentía de Juan Bautista, para gritar con palabras y obras de amor: “en medio de vosotros hay uno que no conocéis”; para que sepamos mostrar tú presencia, a quienes te buscan a ciegas y no te encuentran, a los que te necesitan, aunque no lo reconozcan.

Señor, gracias por compartir nuestra vida, gracias porque quieres encontrarte con nosotros, gracias por la alegría de anunciar a otros tu presencia.

Elías vendrá y lo renovará todo. El adviento es tiempo de renovación: renovación personal, renovación eclesial, renovación social. Pero ¿Es posible la renovación? ¿Podemos cambiar? ¿Podemos superar esas malas costumbres que tenemos tan arraigadas? Es posible. Esta es una de las buenas noticias del Adviento. Y además Dios mismo viene para dar la vida por esa renovación. Con su fuerza y nuestra colaboración la renovación será realidad. ¿Qué habría que renovar? ¿Qué le dices a Dios?

Llegará un día en el que vivir no sea una pesada carga, que doble las espaldas y sofoque los corazones, sino una asombrosa experiencia de plenitud para todas las personas, sea cual sea su origen, color, país o religión.

Llegará un día en el que la libertad no sea un sueño, temeroso de ser perdido si despierta entre nuestros frágiles brazos, sino una alegre realidad capaz de ilusionar y emocionar a todos los que vivimos y soñamos.

Llegará un día en el que la igualdad no esté en entredicho ni necesite discriminación positiva, sea cual sea la cultura, la condición social, la patria, la riqueza o el sexo de las personas.

Llegará un día en el que los derechos humanos no necesiten defensores ni leyes, pues todos los llevaremos tatuados en nuestras entrañas y sabremos transmitirlos a las generaciones futuras.

Llegará un día en el que la justicia florecerá en todos los campos y rincones de nuestro ser y tierra y podremos mirar sin temor, en cualquier dirección, con ojos limpios y acogedores.

Llegará un día en el que las fronteras desaparecerán, y todos los seres humanos podremos movernos, sin controles ni tarjetas, de acá para allá, como en nuestra propia casa.

Llegará un día en el que la fraternidad será la mejor carta de ciudadanía, de dignidad y de respeto, y todas las personas serán respetadas, sean o no compañeras, camaradas, adversarias o amigas.

Llegará un día en el que podremos convivir, dialogar y enriquecernos, amar, compartir y criticarnos, soñar, trabajar y cantar, y ser diferentes sin excluirnos en la mesa, en el corazón y en la historia.

Llegará un día en el que esta sociedad se sienta renacer en todos los cruces y sendas, revistas, periódicos, radios y televisiones; y en el que la buena noticia sea el pan nuestro cada día para quienes aman y caminan.

¡Pronto llegará ese nuevo día, Señor, si proclamamos sólo palabras de gracia! ¡Ya se anuncia!

Amén

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