Durante su embarazo, María partió y
fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías
y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría
en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:
«¡Tú eres bendita entre todas las
mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre
de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de
alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te
fue anunciado de parte del Señor».
María dijo entonces:
«Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se
estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez
de su servidora».
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
A la gente
le cuesta reconocer a Juan como el profeta enviado de Dios, le cuesta reconocer
a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios. También a nosotros nos cuesta
reconocer la cercanía de Dios en nuestra vida:
Señor, danos la mirada de fe de Juan Bautista, para descubrirte y
reconocerte en la vida, en mis gozos y esperanzas, en mis tristezas y
angustias, en los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de los que
sufren y de todas las personas.
Qué sepamos verte y oírte, sentirte y tocarte.
Señor, danos la valentía de Juan Bautista, para gritar con palabras y
obras de amor: “en medio de vosotros hay uno que no conocéis”; para que sepamos
mostrar tú presencia, a quienes te buscan a ciegas y no te encuentran, a los que te necesitan, aunque no lo reconozcan.
Señor, gracias por compartir nuestra vida, gracias porque quieres
encontrarte con nosotros, gracias por la alegría de anunciar a otros tu
presencia.
Elías
vendrá y lo renovará todo. El adviento es tiempo de renovación: renovación
personal, renovación eclesial, renovación social. Pero ¿Es posible la
renovación? ¿Podemos cambiar? ¿Podemos superar esas malas costumbres que
tenemos tan arraigadas? Es posible. Esta es una de las buenas noticias del
Adviento. Y además Dios mismo viene para dar la vida por esa renovación. Con su
fuerza y nuestra colaboración la renovación será realidad. ¿Qué habría que renovar?
¿Qué le dices a Dios?
Llegará un día en el que vivir no sea una pesada carga, que doble las
espaldas y sofoque los corazones, sino una asombrosa experiencia de plenitud para todas las personas, sea cual sea su origen, color, país o religión.
Llegará un día en el que la libertad no sea un sueño, temeroso de ser
perdido si despierta entre nuestros frágiles brazos, sino una alegre realidad capaz de
ilusionar y emocionar a todos los que vivimos y soñamos.
Llegará un día en el que la igualdad no esté en entredicho ni necesite
discriminación positiva, sea cual sea la cultura, la condición social, la
patria, la riqueza o el sexo de las personas.
Llegará un día en el que los derechos humanos no necesiten defensores
ni leyes, pues todos los llevaremos tatuados en nuestras entrañas y sabremos
transmitirlos a las generaciones futuras.
Llegará un día en el que la justicia florecerá en todos los campos y
rincones de nuestro ser y tierra y podremos mirar sin temor, en cualquier
dirección, con ojos limpios y acogedores.
Llegará un día en el que las fronteras desaparecerán, y todos los seres
humanos podremos movernos, sin controles ni tarjetas, de acá para allá, como en nuestra
propia casa.
Llegará un día en el que la fraternidad será la mejor carta de
ciudadanía, de dignidad y de respeto, y todas las personas serán respetadas, sean o no
compañeras, camaradas, adversarias o amigas.
Llegará un día en el que podremos convivir, dialogar y enriquecernos, amar,
compartir y criticarnos, soñar, trabajar y cantar, y ser diferentes sin
excluirnos en la mesa, en el corazón y en la historia.
Llegará un día en el que esta sociedad se sienta renacer en todos los
cruces y sendas, revistas, periódicos, radios y televisiones; y en el que la
buena noticia sea el pan nuestro cada día para quienes aman y caminan.
¡Pronto llegará ese nuevo día, Señor, si proclamamos sólo palabras de
gracia! ¡Ya se anuncia!
Amén
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