En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de
Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había
vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se
apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.
Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos
los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que
prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El
niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de
Dios lo acompañaba.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi
vida?
Jesús es todavía un niño,
un niño débil, indefenso, amenazado... pero Ana, hija de Fanuel, comienza a dar
gracias a Dios y a hablar del niño Jesús a cuantos esperaban la liberación de
Israel. La oración y los ayunos habían afinado tanto la sensibilidad de esta
mujer que es capaz de darse cuenta de que aquel niño es el Enviado de Dios para
liberar a su pueblo.
Si rezásemos más y
ayunemos de todo aquello que nos aleja de Dios, también nosotros sabríamos
descubrir la presencia de Dios en nuestro mundo, en nuestra vida.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué
le dices?
La gracia de Dios
acompañaba a Jesús. La gracia de Dios te acompaña a ti para que crezcas cada
día más en entrega, en felicidad, en esperanza, en sabiduría, en fe...
“Señor, acompáñame,
aunque a veces te olvide”
“Ayúdanos a descubrir tu
cercanía”
“Enséñanos a ser buenos
acompañantes”
Donde
acaba la ciudad y empieza el miedo, donde terminan los caminos
y empiezan las preguntas, cerca de los pastores y lejos de los dueños, en el calor de María y en el frío del invierno, viniendo de la eternidad y gestándose en el tiempo, salvación poderosa para todos en una fragilidad recién nacida, liberador de todos los yugos atado a un edicto del imperio, rebajado hasta un pesebre de animales el que a todos nos sube hasta los cielos, nació el Hijo del Padre,
Jesús, el hijo de María.
y empiezan las preguntas, cerca de los pastores y lejos de los dueños, en el calor de María y en el frío del invierno, viniendo de la eternidad y gestándose en el tiempo, salvación poderosa para todos en una fragilidad recién nacida, liberador de todos los yugos atado a un edicto del imperio, rebajado hasta un pesebre de animales el que a todos nos sube hasta los cielos, nació el Hijo del Padre,
Jesús, el hijo de María.
Sólo
abajo está el Señor del mundo que nosotros soñamos en lo alto.
Aquí
se ve la grandeza de Dios contemplando la humildad de este pequeño.
Aquí
está la lógica de Dios, rompiendo el discurso de los sabios.
Aquí
ya está toda la salvación de Dios que llenará todos los pueblos y los siglos.
Amén
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