Jesús dijo a la multitud:
¿Con quién puedo comparar a esta generación? Se parece a esos muchachos
que, sentados en la plaza, gritan a los otros: «¡Les tocamos la flauta, y
ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!»
Porque llegó Juan el Bautista, que no come ni bebe, y ustedes dicen:
«¡Está endemoniado!» Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «Es un
glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores». Pero la Sabiduría ha
quedado justificada por sus obras.
Palabra del Señor
¿Qué
me quieres decir, Señor?
¿Cómo
puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Juan y Jesús anuncian la Palabra de Dios, con
dos estilos distintos. Juan desde el desierto, Jesús desde las calles, plazas y
casas. Juan no participaba en fiestas, Jesús si. Las palabras de Juan eras más
ásperas que las de Jesús. Juan es el mayor de los profetas, Jesús es el
mismísimo Hijo de Dios. Sin embargo, ni a uno ni a otro escucharon. Decían que
Juan tenía un demonio y que Jesús era un comilón y un borracho. A veces somos
especialistas es buscar excusas para no escuchar a las personas.
Dios sigue hablando a través de personas, a
través de personas amables y bruscas, aburridas y divertidas, desagradables y
simpáticas, más buenas y peores, de izquierdas y de derechas, creyentes y no
creyentes...
No es fácil descubrir lo que Dios nos dice por
medio de las palabras de las personas (a veces contradictorias), pero tenemos
que abrir los oídos de par en par a todos y pedir a Dios que nos ayude a
escuchar su Palabra en las palabras.
Salir con los ojos bien abiertos, ligero de peso y erguido, libre y dispuesto.
Salir con los ojos bien abiertos, ligero de peso y erguido, libre y dispuesto.
Andar por las
calles sin miedo, otear el horizonte serenamente, saludar y tocar a la gente.
Escuchar el rumor
de la vida, dejarse empapar por ella y regalar cántaros de esperanza todos los
días.
No dormirse en los
laureles, vigilar todo lo que acontece y esperar día y noche al que viene.
Volver con los pies
polvorientos, el corazón enternecido y preñadas las entrañas.
Entrar alegre en su
casa, dejarse lavar y curar las llagas y sentarse a comer en compañía.
Contar lo que me ha
sucedido, escuchar a todos como amigo y cantar con voz humana sus alabanzas.
Permanecer largo
tiempo en silencio contemplando el misterio y cuidando la vida que está
floreciendo. Esto es Adviento.
Amén
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