Jesús dijo a la multitud:
Les aseguro que no ha nacido
ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en
el Reino de los Cielos es más grande que él.
Desde los días de Juan el
Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos es combatido violentamente, y los
violentos intentan arrebatarlo. Porque todos los Profetas, lo mismo que la Ley,
han profetizado hasta Juan. Y si ustedes quieren creerme, él es aquel Elías que
debe volver.
¡El que tenga oídos, que oiga!
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Jesús
piropea, ensalza a Juan hasta lo más alto: "No ha nacido de mujer uno más
grande que Juan". Juan es grande por su fuerza de voluntad, por sus
contundentes palabras, por su austeridad, por su valentía... Y Jesús añade:
"el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él". Con
estas palabras Jesús no quiere despreciar a Juan, al contrario, quiere aclarar
que la grandeza de las personas no está en su fuerza, en su voluntad, en sus
palabras... La grandeza de las personas está en acoger el Reino de los cielos,
en acoger a Dios mismo. Si acogemos a Dios en nuestra pequeñez, somos grandes.
Si no acogemos a Dios, por fuertes, inteligentes y poderosos que nos creamos,
somos los más pequeños.
Señor, como Juan Bautista, también yo soy muy grande, porque he recibido muchos dones, y muy pequeño, porque mi vida y mi felicidad dependen de Ti, del cariño de muchas personas.
Señor, como Juan Bautista, también yo soy muy grande, porque he recibido muchos dones, y muy pequeño, porque mi vida y mi felicidad dependen de Ti, del cariño de muchas personas.
Gracias por la energía de mi cuerpo y de mi mente; y
no me dejes caer en la tentación de despreciar tu fuerza.
Gracias por todo lo que he podido aprender, por
todo lo que sé; y dame humildad para que cada día busque tu sabiduría.
Gracias porque sé comprender al que se equivoca; y
que tu perdón me ayude a perdonar al que me haga daño, setenta veces siete.
Gracias por la alegría de mi rostro y de mi
corazón; y gracias por esa alegría que tú me das y que nada ni nadie me puede
arrebatar.
Gracias porque me has dado un corazón que sabe
amar; que siempre esté abierto para recibir tu amor y, así, amar cada día más y
mejor.
Gracias, Señor, por todo lo que sé, por todo lo que
tengo, por todo lo que soy.
No me dejes caer en las garras del orgullo y que siempre tenga alma de discípulo, de mendigo, de niño.
No me dejes caer en las garras del orgullo y que siempre tenga alma de discípulo, de mendigo, de niño.
Gracias porque cada día me ofreces la sabiduría, la
fuerza y la vida de tu Espíritu, de tu Reino; que sepamos acoger tus dones con
humildad y gratitud.
Los
judíos creían que antes de que viniera el Mesías, volvería Elías, el gran
profeta del Antiguo Testamento. Y Jesús les dice que Juan Bautista "es
Elías, con tal de que queráis admitirlo. El que tenga oídos que escuche".
Hay personas a nuestro alrededor que, con sus palabras y estilo de vida, nos
hacen pensar, nos animan a ser mejores, a acercarnos a Dios... Son los
"Elías" de nuestro tiempo, los profetas que Dios nos envía. Tenemos
que reconocerlos y escuchar su palabra. ¿Cuáles son los Elías que Dios me envía
en este momento? ¿Qué me está diciendo Dios a través de ellos? ¿Qué le digo yo
a Dios?
Amén
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