Dos ciegos siguieron a Jesús, gritando: «Ten piedad
de nosotros, Hijo de David».
Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron, y
él les preguntó:
«¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?»
Ellos le respondieron: «Sí, Señor».
Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Que suceda como ustedes han creído».
Y se les abrieron sus ojos.
Entonces Jesús los conminó: «¡Cuidado! Que nadie lo sepa». Pero ellos,
apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.
Palabra del Señor
¿Qué
me quieres decir, Señor?
¿Cómo
puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
¿Crees que puedo hacerlo? Que os suceda según
vuestra fe. El tema principal de este evangelio no es la curación, sino la fe.
La fe es un don de Dios. La fe es como una semilla que Dios siembra en la
tierra de nuestro corazón, para que la cultivemos. La fe es como un fuego que
debemos avivar, para que no se apague.
En una palabra, la fe es don de Dios y tarea
nuestra.
"Señor, gracias por el regalo de la
fe"
"Que cada día Señor cuide mi fe, como lo
más valioso que tengo"
¿Cómo cultivar la fe? Puede parecer difícil, pero está al alcance de todos:
¿Cómo cultivar la fe? Puede parecer difícil, pero está al alcance de todos:
Cultivamos la fe con la cabeza: formándonos,
leyendo, estudiando, para comprender mejor lo que creemos; con el corazón:
rezando y participando en los sacramentos; con la boca y con los oídos:
compartiendo nuestra experiencia creyente con otros; con las manos y los pies:
viviendo de acuerdo con lo que Jesús nos enseña. ¿Cómo puedo cultivar más mi
fe? Pido luz y fuerza a Dios.
A veces pensamos: "Si viera un milagro, creería más en Dios". El Evangelio nos dice otra cosa bien distinta. Jesús hizo milagros delante de mucha gente; pero los que no tenían fe no creyeron, aunque hiciera el milagro delante de sus ojos. Decían que echaba demonios porque era el jefe de los demonios. Sólo los que tenían fe podían reconocer las maravillas que realizaba y alegrarse con ellas. Dios sigue haciendo milagros en cada persona, en el mundo, en la iglesia, en ti. Y necesitamos fe para darnos cuenta.
A veces pensamos: "Si viera un milagro, creería más en Dios". El Evangelio nos dice otra cosa bien distinta. Jesús hizo milagros delante de mucha gente; pero los que no tenían fe no creyeron, aunque hiciera el milagro delante de sus ojos. Decían que echaba demonios porque era el jefe de los demonios. Sólo los que tenían fe podían reconocer las maravillas que realizaba y alegrarse con ellas. Dios sigue haciendo milagros en cada persona, en el mundo, en la iglesia, en ti. Y necesitamos fe para darnos cuenta.
"Creo, Señor, pero aumenta mi fe"
"Abre Señor mis ojos para reconocer tus
maravillas"
Muchos anuncios,
muchas promesas, muchas rebajas, muchas oportunidades,
muchas gangas...
muchas gangas...
Muchas voces susurran
constantemente sus ofertas.
Con sus llamativas,
vanas, huecas, lights palabras cubren su pobreza y cantan sus dudosas
alabanzas.
Mas no me
satisfacen, pues ni me alimentan, ni me quitan el hambre, ni me liberan de los espíritus que traen males, ni curan mis enfermedades, ni
alumbran mis rincones oscuros, ni me traen buenas noticias, ni riegan mis
esperanzas sociales ni satisfacen mis necesidades, ni me defienden de sus
intrigas, ni me acogen como persona, ni me dan buenas sensaciones...
En este mar de
palabras, de propaganda sofisticada, de ilusiones engañosas, de ofertas apetecibles, de oportunidades al alcance, de verdades sin misterio, de doctrinas nuevas, de productos con lábel, de soluciones a la carta... de
predicadores sin conciencia... yo sólo quiero dar crédito a tu palabra buena y
nueva, valiosa y gratuita, que me ofrece vida, la dignidad y la alegría.
Yo sólo quiero
darte crédito a ti, que eres la palabra y la vida.
Creo, Señor, en ti,
y creo que eres la Palabra auténtica.
Amén
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