HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO
La voluntad de Dios es ante todo, su propia gloria y
glorificación. Esta petición está básicamente encerrada en la anterior:
"Venga tu Reino".
En el cielo se ejecuta perfectamente la voluntad de Dios. Toda la
miseria del mundo tiene su raíz en que esta misma voluntad no se cumple en la
tierra. 'La "Instrucción sobre Libertad cristiana y Liberación" habla
varias veces del pecado del hombre en la siguiente forma:
...El
pecado es desprecio de Dios. Conlleva la voluntad de escapar a la relación de dependencia del servidor respecto a su Señor;
o, más aún, del hijo respecto a su Padre. El hombre, al pecar, pretende
liberarse de Dios. En realidad, se convierte en esclavo.... El hombre pecador, habiendo hecho de sí
su propio centro, busca riquezas, poder, placeres, despreciando a los demás
hombres a los que despoja injustamente y trata como objetos o instrumentos.
En muchos lugares la Biblia habla del "Príncipe de este mundo"
Jn 12,31-14,30-16, 11 que organiza y mueve en mafias secretas, anónimas, las
fuerzas anti divinas, particularmente en el campo de la legislación y de la
educación. Al acercarse el fin del mundo serán definitivamente vencidas estas
fuerzas oscuras: el diablo con sus ayudantes aquí en la tierra. Entonces se
hará la voluntad del Padre perfectamente en toda la creación, tal como ahora se
realiza en el cielo.
¿Cuál es la voluntad de Dios para
nosotros? Después del sermón que hizo el primer Papa, lleno del Espíritu Santo,
en Pentecostés, la gente preguntó a Pedro y los apóstoles: "¿Qué hemos
de hacer, hermanos?" Pedro les contestó: "Convertíos y que cada uno
se haga bautizar... salvaos de esta generación perversa" Hechos 2, 37-41.
La voluntad de Dios es que todos los hombres se salven y lleguen
al conocimiento perfecto de la verdad 1 Tim 2,4. "Se cumple verdaderamente
el designio del Creador, al hacer al hombre a su imagen y semejanza, cuando
todos los que participan en la naturaleza humana, regenerados en Cristo por el
Espíritu Santo, contemplando unánimes la gloria de Dios, puedan decir:
"Padre nuestro".
La voluntad del Padre es que el hijo pródigo no perezca lejos de
la comunión familiar.
La voluntad de Dios es que cumplamos nuestras promesas bautismales
y nos santifiquemos cada día más 1 Tes 4,3.
Hay que entregarse a esta santa voluntad, que dirige nuestra vida
para mayor felicidad nuestra. Las palabras no bastan Mt 7,21. Hermanos y
hermanas de Jesús son quienes cumplen la voluntad de Dios Mc 3,35. Este cumplir
exige una doble entrega: primera- mente, permanecer en el amor de Jesús Jn 15,
10, seguir a Cristo, perdiendo la propia vida egoísta, orgullosa, floja y
vanidosa. Con la muerte del ídolo presuntuoso, que mora en nosotros, con el
esfuerzo de caminar por el camino estrecho Lc 13,25-27 nos abrimos a la
voluntad de Dios.
Pero hace falta otra actitud: es la total fidelidad a la Iglesia y
sus enseñanzas. "Quien os escucha a vosotros, me escucha a Mí" Lc 10,
16. A Pedro y a sus sucesores Cristo entregó solemnemente sus ovejas, que son
todos los hombres. Por esto es contrario a la voluntad de Dios la división
entre los cristianos bautizados y más aún la desobediencia de los católicos a
sus legítimos pastores ya sus claras enseñanzas. Sin embargo, no
sobre todas las cuestiones complicadas de nuestra vida la Iglesia puede emanar
instrucciones y juicios. Por la oración y formación se ilumina la conciencia
que es "el dictamen,... que orienta a cada sujeto humano hacia una norma
moral objetiva, que
encuentra su expresión en el respeto de la persona del otro y en el principio
de no hacerle lo que no queremos que se nos haga". En la época de la
juventud puede llegar a los jóvenes la voz de Cristo "Sígueme" en el
sentido de una vocación religiosa
El sígueme de Cristo, precisamente en
este sentido excepcional y carismático, se hace sentir, la mayoría de las
veces, ya en la época de la "juventud y, a veces, se advierte incluso en
la niñez. Esta es la razón por la que deseo decir a todos vosotros, jóvenes, en
esta importante fase del desarrollo de vuestra personalidad masculina o
femenina, que si tal llamada llega a tu corazón, no la acalles. Deja que se
desarrolle hasta la madurez de una vocación. Colabora con esa llamada a través
de la oración y la fidelidad a los mandamientos.
Para emprender el camino de la vocación matrimonial el Papa Juan
Pablo 11 exhorta a los jóvenes a buscar el amor verdadero:
Hoy
los principios de la moral cristiana matrimonial son presentados de modo
desfigurado en muchos ambientes. El ser humano, y sobre todo quizá la mujer, es
transformado de sujeto en objeto y todo el gran contenido del amor es reducido
a mero placer, el cual, aunque toque a ambas partes, no deja de ser egoísta en
su esencia. Finalmente, el niño. Que es fruto y encarnación nueva del amor de
los dos, se convierte cada vez más en una añadidura fastidiosa. La civilización
materialista y consumista penetra en este maravilloso conjunto del amor
conyugal -paterno y materno-, y lo despoja de aquel contenido profundamente
humano, que, desde el principio, llevó una señal y un reflejo divino.
Estas últimas explicaciones nos hacen sugerir la pregunta:
¿Cómo podemos cumplir en situaciones difíciles con la voluntad de
Dios? El Señor afirma: "Sin mi no podéis hacer nada" Cumpliremos por
medio de Cristo, el nuevo Adán, que reparó la desobediencia original y fue obediente
hasta la muerte Fil 2,8. "El en cumplimiento de tu voluntad, para destruir
la muerte y manifestar la resurrección extendió sus brazos en la cruz, y así
adquirió para ti un pueblo santo". Los brazos y el corazón abierto de
Jesús nos hacen capaces de cumplir con la voluntad de Dios. Por los sacramentos
de la Iglesia y particularmente por la Eucaristía, que es el pan milagroso, que
nos sostiene en el camino de nuestra peregrinación, trazado por la voluntad de
Dios. Cristo, presente en la Eucaristía, nos comunica la fuerza de pronunciar
en las horas más difíciles de nuestra vida, las mismas palabras que él usó
suplicando en el jardín de Getsemaní: "Padre, si quieres, aparta de mí
este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" Lc 22,42.
La Eucaristía es el viático sagrado que nos hace capaces en el
último momento de nuestra vida de aceptar la voluntad de Dios. Unidos con
Cristo podemos decir: "Ahora, Señor, puedes... dejar que tu siervo se vaya
en paz" Lc 2,29.
La misma voluntad de Dios nos regaló otra ayuda poderosa para
vencer todas las dificultades: la devoción a María Santísima. Como segunda Eva
cooperó a nuestra salvación y nos dio el ejemplo de cómo debemos aceptar la
voluntad de Dios -no pasiva- mente, en una actitud fatalista o pesimista,- sino
entregándonos como ella con generosidad, y hasta con gozo interior, al plan
salvífico de Dios en nuestra vida. ... María de Nazaret, aún habiéndose abandonado a la
voluntad del Señor, fue algo del todo distinto a una mujer pasiva que no dudó
en proclamar que Dios es vindicador de los humildes y de los oprimidos y
derriba de sus tronos a los poderoso del mundo Lc 1, 51-53.” Paulo VI
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