Jesús salió y vio a un
publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de
impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví ofreció a Jesús un gran
banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a
la mesa con ellos. Los fariseos y sus escribas murmuraban y decían a los
discípulos de Jesús: «¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?»
Pero Jesús tomó la palabra y
les dijo: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los
enfermos. Yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, para que se
conviertan».
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
No
soy cristiano porque me apetece o por que me va bien. Como un día a Leví, Jesús
me llama a mí por mi nombre y yo intento seguirlo, con la ayuda del Espíritu
Santo.
Mi ser cristiano no se realiza en una comunidad de justos, de salvados, de redimidos. Mi ser discípulo se desarrolla, desde la Iglesia comunidad de discípulos, en medio de los hombres y de las mujeres, continuando la misión de Jesús que no ha venido a llamar a los justos sino a los pecadores.
Mi ser cristiano no se realiza en una comunidad de justos, de salvados, de redimidos. Mi ser discípulo se desarrolla, desde la Iglesia comunidad de discípulos, en medio de los hombres y de las mujeres, continuando la misión de Jesús que no ha venido a llamar a los justos sino a los pecadores.
Intento
vivir esta cuaresma como una llamada de Jesús a la conversión, al cambio.
Señor, hoy he escuchado tus golpes a mi puerta, fuertes
pero delicados, inesperados pero inconfundibles "He aquí que estoy a la puerta y
llamo":
"Ya es hora de despertar".
Puedo dar un nuevo giro a la llave y atrancar por dentro
no sería la primera vez.
Tú seguirías a mi puerta, cubierto de rocío, esperando,
respetando mi libertad, y yo iría perdiendo sensibilidad para percibir el
timbre de tu voz, la fuerza insobornable de tus latidos en el silencio de la
noche.
Señor, no quiero seguir adormilado, no me resigno a
que despierte sólo
mi "yo superficial": el yo de los sentidos y de las apariencias, el yo que vive a flor de piel, el yo que muere y se deshace, el que no pasa la frontera.
mi "yo superficial": el yo de los sentidos y de las apariencias, el yo que vive a flor de piel, el yo que muere y se deshace, el que no pasa la frontera.
Sacude las raíces más hondas de mi ser, y haz que
abra los ojos ese "yo profundo" donde tú habitas y te revelas, donde resuena tu palabra llamando a la conversión, donde se realiza misteriosamente la comunión de alma
contigo.
Que no me quede en la corteza, Señor.
Que no me quede en la corteza, Señor.
Enséñame a gritarte desde lo hondo, a escucharte
desde lo hondo, a contemplarte con "los ojos del corazón", a esperar
como el guardián que no duerme o como las vírgenes que esperan con las lámparas
encendidas.
Que toda mi historia, Señor, se vaya convirtiendo
en una vigilia cada vez más clara, más lúcida, más luminosa.
Gracias a que tu cercanía acorta las distancias y
destruye la oscuridad.
Enséñame a reconocer tus señales y a convivir
contigo en la morada secreta para poder luego darme a los hermanos. Te lo pido
para mí y para todos y cada uno de ellos.
Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario