En aquel tiempo: Al llegar a la región de Cesárea
de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo
del hombre? ¿Quién dicen que es?»
Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el
Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas».
«Y ustedes -les preguntó-, ¿quién dicen que soy?»
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres
el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de
Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre
que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te
daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra quedará
atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el
cielo».
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi
vida?
¿Quién es Jesús? ¿Quién
es Jesús para ti? ¿Un maestro de vida? ¿Un amigo al que acudo cuando lo
necesito? ¿Un hombre excepcional? ¿El Señor que conduce mi vida? ¿El salvador
de mis miedos y mis pecados? ¿El Mesías, el Hijo de Dios, que revela el rostro
del Padre? ¿El Amado?
No respondas sólo con la
cabeza, responde también con la vida.
Piensa también ¿Quién
debería ser Jesús en ti? ¿Qué pasos tienes que dar para avanzar hacia ese
ideal?
Tú
eres la brisa que alienta todas mis horas, la lluvia que empapa mis células, la luz que ilumina mi caminar, el fuego que acrisola mi vida entera.
La
nube que nos acompaña de día y de noche, la roca de manantiales de agua limpia
y fresca, el perfume que penetra por todas las rendijas, el techo que nos cobija
de toda inclemencia, eres Tú.
Tú,
tienda de lona en el desierto; flor que florece todas las primaveras; campo de cultivo, tierra mullida; aljibe comunal a la vera del camino.
La
mano que sostiene, la sonrisa que relaja, el rostro que serena, el regazo que
acoge.
Tú.
Tú has puesto en lo más íntimo de mi ser el anhelo de vivir y gozar, el deseo de abrir mi corazón, de contemplar la amplitud del mundo, de conocerte
más y más, de estar en silencio... contigo.
Hoy es la fiesta de la
Cátedra de San Pedro, una Cátedra desde la que los sucesores de Pedro presiden
a todas las Iglesias para que permanezcan unidas en la misma fe que un día San
Pedro confesara en Cesárea de Filipo. Damos gracias a Dios por el Papa, por su
magisterio; Rezamos por el Papa y por todos los pastores de la Iglesia, para
que sean transparencia de Jesús, el Buen Pastor:
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
Aunque
camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu
cayado me sosiegan.
Preparas
una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y
mi copa rebosa.
Tu
bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en
la casa del Señor por años sin término.
Amén
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