Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando oren, no hablen mucho,
como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No
hagan como ellos, porque el Padre de ustedes que está en el cielo sabe bien qué
es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera: “Padre nuestro, que estás
en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada
día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal”
Si perdonan sus faltas a los
demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si
no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
No
uses muchas palabras. Dios sabe lo que nos hace falta…
No puedo abrumarte con tercos argumentos ni con
obsesivas oraciones,
para que me concedas salud para servirte, vida larga para hacer más cosas,
honra para encontrar las puertas abiertas, abundantes recursos para ser más eficiente.
No puedo pedir tampoco sufrimientos presumiendo de mis fuerzas, como si tú necesitases una cuota de dolor para concedernos las cosas necesarias.
Yo sólo quiero pedirte lo que tú siempre me ofreces, tu amor y tu gracia
que engendran vida, pero pueden llevar a la muerte por defender a los asaltados,
que crean salud, pero pueden llevar a perderla en el servicio de los débiles,
que nos hacen amables, pero pueden provocar descalificación social
por no amoldarnos a las leyes, que fructifican la tierra con todos los bienes necesarios, pero pueden dejarnos sin nada por hacernos hermanos de los echados de tu mundo.
para que me concedas salud para servirte, vida larga para hacer más cosas,
honra para encontrar las puertas abiertas, abundantes recursos para ser más eficiente.
No puedo pedir tampoco sufrimientos presumiendo de mis fuerzas, como si tú necesitases una cuota de dolor para concedernos las cosas necesarias.
Yo sólo quiero pedirte lo que tú siempre me ofreces, tu amor y tu gracia
que engendran vida, pero pueden llevar a la muerte por defender a los asaltados,
que crean salud, pero pueden llevar a perderla en el servicio de los débiles,
que nos hacen amables, pero pueden provocar descalificación social
por no amoldarnos a las leyes, que fructifican la tierra con todos los bienes necesarios, pero pueden dejarnos sin nada por hacernos hermanos de los echados de tu mundo.
Yo sólo quiero pedirte tu amor y tu gracia. Que los
acoja en mí
como la última verdad y que mi corazón diga: «Me basta».
como la última verdad y que mi corazón diga: «Me basta».
El
Evangelio y la liturgia son buenos maestros. El Evangelio de ayer nos hablaba
de compromiso con los pobres; y el de hoy del Padre Nuestro. No podemos separar
lo que Dios ha unido: acción y oración. Para que toda la vida sea oración, ha
de haber momentos dedicados sólo a la oración. Y la oración auténtica se
verifica en el amor comprometido por los hermanos.
“Haznos
Señor contemplativos en el trabajo de cada día”
“Que
cuando rece, huya del ruido, no de las personas”
Reza
con el Padre Nuestro. Ve repitiendo cada palabra. Piensa con qué sentimientos
las pronunciaría Jesús... Él reza contigo, más aún, tú rezas en Él, tú te unes
a esa oración constante de Jesús con su Padre, con nuestro Padre.
¡Padre nuestro! Estoy tan acostumbrado a decirte “Padre”, que casi lo hago sin darme cuenta.
¡Padre nuestro! Estoy tan acostumbrado a decirte “Padre”, que casi lo hago sin darme cuenta.
Sin embargo... cuando lo pienso más en serio,
tiemblo un poco.
Porque si eres mi Padre, yo soy tu hijo... Y el
hijo tiene la carne y la sangre del padre.
Hoy te pido, Padre mío y Padre de tantos otros
hijos, de tantos hermanos míos,
que jamás deje de llamarte así, que jamás deje de ser el que engendraste para que te ame y para ser amado por Ti.
que jamás deje de llamarte así, que jamás deje de ser el que engendraste para que te ame y para ser amado por Ti.
¡Padre nuestro! ¡Padre de Cristo! Que nunca deje de
recordar la misericordia que nos mostraste en Jesús. No permitas que abandone
nunca tu casa. Si estoy lejos de ella por tantas locuras, por tantas maldades,
por tantas tonterías,
dame fuerzas para volver ahora mismo: ¡Tú me amas y eres más grande que todos mis pecados juntos! Y si me das la gracia de vivir siempre en tu casa, disfrutando de todo lo tuyo dame generosidad para compartir todo lo mío;
dame humildad para comprender a mis hermanos y recibirlos en nuestra casa siempre, como Tú los recibes. ¡Así sea!
dame fuerzas para volver ahora mismo: ¡Tú me amas y eres más grande que todos mis pecados juntos! Y si me das la gracia de vivir siempre en tu casa, disfrutando de todo lo tuyo dame generosidad para compartir todo lo mío;
dame humildad para comprender a mis hermanos y recibirlos en nuestra casa siempre, como Tú los recibes. ¡Así sea!
Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario