Dios no sometió a los ángeles el mundo venidero,
del que estamos hablando; de ello dan fe estas palabras: «¿Qué es el hombre,
para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que mires por él? Lo
hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, todo lo
sometiste bajo sus pies.»
En efecto, puesto a someterle todo, nada dejó fuera
de su dominio. Pero ahora no vemos todavía que todo le esté sometido. Al que
Dios habla hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado
de gloria y honor por su pasión y muerte.
Así, por la gracia de Dios, ha padecido la muerte
para bien de todos. Dios, para quien y por quien existe todo, juzgó
conveniente, para llevar a una multitud de hijos a la gloria, perfeccionar y
consagrar con sufrimientos al guía de su salvación. El santificador y los
santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos
hermanos, cuando dice: «Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la
asamblea te alabaré.»
Palabra de Dios
¿Qué me quieres decir Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi
vida?
Reflexionamos juntos.
Ayer ya se
afirmaba que Jesús es superior a los ángeles. Hoy insiste en el tema. ¿Existía
tal vez en la época y se quería aquí corregir una tendencia a sobrevalorar a
los ángeles? El Salmo 8, se aplica a Cristo.
Jesús, por
su encarnación como hombre, aparece como «debajo de los ángeles», sobre todo en
su pasión y su muerte.
Pero ahora
ha sido glorificado y se ha manifestado que es superior a los ángeles, coronado
de gloria y dignidad, porque Dios lo ha sometido todo a su dominio.
Por haber
padecido la muerte, para salvar a la humanidad, Dios le ha enaltecido sobre
todos y sobre todo. Se enuncia la estrecha solidaridad que une a Cristo
con los creyentes.
Por
haberse hecho el hermano universal y haber compartido la vida de los hombres.
Jesucristo
puede conducir a la gloria a una multitud de hermanos.
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