Después de haber expulsado a
los vendedores del Templo, Jesús volvió otra vez a Jerusalén. Mientras caminaba
por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a
Él y le dijeron: «¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio
autoridad para hacerlo?»
Jesús les respondió: «Yo
también quiero hacerles una pregunta. Si me responden, les diré con qué
autoridad hago estas cosas. Díganme: el bautismo de Juan Bautista, ¿venía del
cielo o de los hombres?»
Ellos se hacían este
razonamiento: «Si contestamos: "Del cielo", Él nos dirá: "¿Por
qué no creyeron en El?" ¿Diremos entonces: "De los hombres"?»
Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente
un profeta, respondieron a Jesús: «No sabemos».
Y Él les respondió: «Yo
tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas».
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Ante la pregunta de los sacerdotes y ancianos, Jesús
responde con otra pregunta. Si leemos con atención el Evangelio, nos daremos
cuenta de que a veces Jesús no responde las preguntas que le hacen. Normalmente
Jesús no responde a las personas que no preguntar para saber, sino para atacar,
para reírse. Sin embargo, Jesús siempre responde a los que preguntan con buena
intención. Podemos rezar con esta oración, inspirada en un texto de San Agustín
de Hipona:
Si hablo, que hable con amor.
Si callo, que calle por
amor.
Si grito, que grite con
amor,
Si corrijo, que corrija
con amor.
Si animo, que anime con
amor.
Si escribo, que escriba
con amor.
Si protesto, que proteste
con amor.
Si canto, que cante con amor.
Si enseño, que enseñe con
amor.
Si aprendo, que aprenda
con amor.
Si trabajo, que trabaje
con amor.
Si descanso, que descanse
con amor.
Si rezo, que rece con
amor.
Si juego, que juegue con
amor.
Si estudio, que estudie
con amor.
Si ayudo, que ayude con
amor.
Si pido, que pida con
amor.
Si recibo, que reciba con
amor.
Si mando, que mande con
amor.
Si obedezco, que obedezca
con amor.
Si vivo, que viva con
amor. Amén.
Los sumos sacerdotes y los ancianos no están abiertos a la verdad de Jesús. No
estaban abiertos a Dios. Creían que Dios estaba con ellos y bendecía todas sus
acciones. A veces nosotros tampoco estamos abiertos. Continuamente podemos
encerrarnos en nuestras ideas, en nuestros errores. Es necesario estar siempre
abiertos para que el Señor nos conduzca cada día a una verdad más plena, a una
vida más auténtica, a una fe más purificada.
"No permitas Señor que nuestra vida se
estanque"
"Ábrenos Señor el corazón a tu Palabra"
"Guía Jesús nuestros pasos"
Amén
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