Juan le dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno
que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de
los nuestros».
Pero Jesús les dijo: «No se lo impidan, porque nadie puede hacer un
milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra
nosotros, está con nosotros».
Palabra del Señor
¿Qué
me quieres decir, Señor?
¿Cómo
puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
“No es de los nuestros”. Es una expresión que
ponemos muchas veces en la boca demasiado apresuradamente. Nos podríamos
preguntar en qué momentos hemos dicho estas palabras u otras semejantes.
¿Quién no es de los nuestros, el que no forma parte de nuestro grupo, el que no
piensa como nosotros, el que tiene la piel de otro color, el que viene de
tierras lejanas?
Cuando pensamientos y palabras nos llevan a marginar
a los otros, convendría que recordásemos las palabras de San Pablo a los
Efesios: "Cristo ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, derribando con
su cuerpo el muro que los separaba: el odio. Él ha abolido la Ley con sus
mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear, en él, un solo hombre
nuevo. Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo
mediante la cruz, dando muerte, en él, al odio. Vino y trajo la noticia de la
paz; paz a vosotros los de lejos, paz también a los de cerca. Así, unos y
otros, podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu".
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
No todos están a favor
nuestro, ni todos en contra nuestro, Señor.
Aquellos que comparten la misma fe, aunque sean de otro grupo, son de los
tuyos, son de los nuestros.
Los que trabajan por la
justicia y la paz son de los tuyos, son de los nuestros.
Los que defienden la vida de todos y en especial de los más pobres, de los
niños, también de los no nacidos, de los enfermos... son de los tuyos, son de
los nuestros.
Ábreme los ojos para descubrir que hay muchas personas, casi todas, que son de los tuyos, de los nuestros.
Ábreme los ojos para descubrir que hay muchas personas, casi todas, que son de los tuyos, de los nuestros.
Gracias por las
maravillas que tu Espíritu realiza en el corazón de las mujeres y los hombres que,
aunque no parezcan de los nuestros, aunque abracen otros credos o no crean en
Dios, aunque voten a otros partidos políticos, canten otras canciones y hablen
otros idiomas, están movidas por tu mismo Espíritu. Gracias, Señor.
Amén
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