Después de la Transfiguración, Jesús, Pedro,
Santiago y Juan bajaron del monte. Llegaron donde estaban los otros discípulos
y los encontraron en medio de una gran multitud, discutiendo con algunos
escribas. En cuanto la multitud distinguió a Jesús, quedó sombrada y corrieron
a saludarlo. Él les preguntó: «¿Sobre qué estaban discutiendo?»
Uno de ellos le dijo: «Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído
de un espíritu mudo. Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar
espuma por la boca; entonces le crujen sus tientes y se queda rígido. Le pedí a
tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron».
«Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuándo estaré con
ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo». Y ellos se lo
trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al niño, que
cayó al suelo y se revolcaba, echando espuma por la boca.
Jesús le preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo hace que está así?»
«Desde la infancia, le respondió, y a menudo lo hace caer en el fuego o
en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y
ayúdanos».
«¡Si puedes...!», respondió Jesús. «Todo es posible para el que cree».
Inmediatamente el padre del niño exclamó: «Creo, ayúdame porque tengo
poca fe».
Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó al espíritu impuro,
diciéndole: «Espíritu mudo y sordo, Yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas
más». El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo
como muerto, tanto que muchos decían: «Está muerto». Pero Jesús, tomándolo de
la mano, lo levantó, y el niño se puso de pie.
Cuando entró a la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron:
«¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?»
Él les respondió: «Esta clase de demonios se expulsa sólo con la
oración».
Palabra del Señor
¿Qué
me quieres decir, Señor?
¿Cómo
puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Mientras Jesús, Santiago y Juan están en el Tabor,
un hombre ha llevado a su hijo enfermo para que Jesús lo curara, los otros
discípulos han intentado expulsar el demonio y no lo han conseguido, y discuten
con los maestros de la ley. La experiencia de la Transfiguración da paso otra
vez a la solicitud pastoral de Jesús, la experiencia profunda de fe que han
vivido, al reproche: “¡Generación incrédula!”.
Jesús se encuentra con la frustración del padre que, tras el fracaso de los
discípulos, ve como se escapa la posibilidad de que su hijo sea sanado y que
dirige a Jesús una llamada desesperada (otro intento más): “si algo puedes…”; y
con la impotencia de los discípulos que han intentado solucionar algo en la
ausencia de Jesús y no han sido capaces.
A veces en nuestra vida también vivimos ese choque
entre la experiencia de la oración y los problemas y dificultades de la vida
real, y hoy Jesús se nos presenta como ejemplo en los dos aspectos,
subrayándonos la necesidad de la oración para ser capaces de actuar y vivir
como discípulos suyos: “Esta clase de demonios no puede ser expulsada sino con
la oración”.
También nosotros tenemos experiencias similares a la
del padre del niño epiléptico: intentos frustrados de solucionar algo
importante para nosotros, una necesidad urgente en alguien cercano y querido, y
llegamos a Jesús después de haberlo intentado por otros caminos. Y a la de los
discípulos: intentar obrar como Jesús, creyéndonos autosuficientes, capaces por
nosotros mismos. Me paro un poco e intento traer alguna, reciente o profunda.
Desde las experiencias de impotencia y de fracaso,
Jesús nos invita hoy:
- A descubrir la necesidad de escucharle y de estar
en contacto con Él para poder vivir como seguidores suyos.
- A vivir la fe no como una excusa para la
autosuficiencia sino como una apertura incondicional a la acción de Dios.
- A la oración como una llamada humilde y apremiante
a la fe: “creo, pero dudo, ayúdame a tener más fe”.
Como los primeros
discípulos nos atrevemos a decir "auméntanos la fe", pues hoy nos sentimos descolocados y con las entrañas yermas.
Agítanos, como el niño
hace con el sonajero, para que nuestra fe despierte y aflore y se asemeje a ese
pequeño grano de mostaza que eclosiona, y destaca entre otras plantas; o disuélvenos,
como la sal se disuelve para sazonar, y así descubre su ser al darse y
desaparecer.
Así arrancaremos de cuajo
montañas, saltaremos los muros que aprisionan, no podrán atarnos cálculos ni leyes, descubriremos el valor de las cosas
pequeñas, seguiremos tus pasos y huellas, conservaremos la esperanza que nos
sostiene y brillará la luz que nos des en el horizonte.
En estos tiempos que
corren, tan marcados por la frivolidad y el poder, y en los que la palabra ha perdido su sentido, los hechos su verdad y muchas
personas su dignidad, haznos servidores de tus anhelos haciendo lo que tenemos
que hacer.
Nosotros, Señor, queremos
seguirte, y siendo conscientes del momento y aunque no se estilen estas decisiones,
anhelamos una fe adulta que nos dé alegría y fuerza para compartir la vida y
sus huellas con actitud evangélica.
¡Danos fe, un poco de fe,
la necesaria para seguirte, por los caminos de la historia, que tenemos delante o que podemos descubrir, para no perdernos y ser felices junto a ti y todos los hermanos!
"¡Todo es posible al
que cree!" Graba en nuestro corazón, con tu gubia y sangre, esta buena y sorprendente noticia. Que sea llama que nos alumbre y queme, que en nuestra debilidad nos haga fuertes y que sepamos anunciarla en tu
banquete y allá por donde nos envíes.
Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario