Jesús dijo a los judíos:
«Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma
de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne
para la Vida del mundo».
Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede damos
a comer su carne?»
Jesús les respondió:
«Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben
su sangre, no tendrán
Vida en ustedes. El que come
mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y Yo lo
resucitaré en el último día.
Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre,
la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en
mí y Yo en él.
Así como Yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el
Padre, de la misma
manera, el que me come vivirá por mí.
Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus
padres y murieron.
El que coma de este pan vivirá eternamente».
Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres
decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer
realidad este evangelio en mi vida?
Pueden ayudar estas
ideas:
Los
judíos no entendían las palabras de Jesús. Nosotros las podemos comprender
mejor: sabemos que Jesús está hablando de la Eucaristía. En la Eucaristía Jesús
nos da a comer su cuerpo y su sangre.
La
Eucaristía es el alimento principal del cristiano. Por la Eucaristía, la vida y
la fuerza de Jesús, es también nuestra vida y nuestra fuerza. Si no nos
alimentamos de Cristo, no podemos ser buenos cristianos.
La
Eucaristía nos une Cristo de tal forma que él vive en nosotros y nosotros en
Él, como dos enamorados.
“Gracias,
Jesús, por la Eucaristía; gracias por tu entrega”
“A
veces no cuidamos la celebración de la Eucaristía. Perdónanos”
“Enséñanos
a valorar el don que nos haces en la Eucaristía”
“Ayúdanos
a ser como tú: pan partido y vida entregada”
Amén
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