El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de
la tierra pertenece a
la tierra y habla de la tierra. El que vino del cielo está por
encima de todo.
Él da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie
recibe su testimonio. El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz. El que Dios
envió dice las
palabras de Dios, porque Dios
le da el Espíritu sin medida.
El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos. El que cree
en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el
Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres
decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer
realidad este evangelio en mi vida?
Pueden ayudar estas
ideas:
El Hijo
de Dios da testimonio del amor del Padre. En esta Pascua, Cristo resucitado nos
invita a ser testigos de este amor. Pero nadie nos garantiza el éxito fácil.
Cuesta mucho aceptar el testimonio de Jesús; cuesta más aceptar el testimonio
de los cristianos.
“Señor,
perdona y cura nuestra terquedad para creer”
“Danos
fuerza para ser testigos de tu amor, paciencia cuando
nuestro testimonio no sea aceptado y fidelidad cuando
la tentación nos empuje a abandonar”
Dios no
da el Espíritu con medida. Tampoco nos da un Espíritu de segunda categoría. Nos
da el mismo Espíritu de Jesús. Pero a veces no puede hacer su obra en nosotros
porque no le abrimos el corazón.
“Envía
Señor tu Espíritu de vida y abre mi corazón
para recibirlo”
No hay
que esperar a llegar al “cielo” para experimentar la vida eterna. El que cree,
el que se entrega... tiene vida eterna ya, ahora, en esta tierra. Pero también
podemos sufrir ya “el infierno”, si no creemos, si no vivimos en el amor.
“Gracias
por el regalo de la vida eterna, ayúdanos a superar
los obstáculos que no nos dejan disfrutarla y danos
generosidad para compartirla”
Amén
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