jueves, 9 de abril de 2015

LA PAZ ESTÉ CON USTEDES



Los discípulos, que retornaron de Emaús a Jerusalén, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.

Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes».

Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: «¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo».

Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: «¿Tienen aquí algo para comer?» Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; Él lo tomó y lo comió delante de todos.

Después les dijo: «Cuando todavía estaba con ustedes, Yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos».

Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto».

Palabra del Señor

¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Pueden ayudar estas ideas:

¡Cuánto cuesta a los discípulos creer en la resurrección del Maestro! Los que caminaban a Emaús cuentan al resto lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Sin embargo, se aparece Jesús y ellos, llenos de miedo, creían ver un fantasma, no acababan de creerlo.

“Nos cuesta creer en la resurrección. Danos fe, Señor”

¡Paz a vosotros! Es el saludo del Resucitado. Es el don que Dios nos hace en Pascua: paz para nuestro corazón, paz para las familias, los pueblos, el mundo entero, un don que tenemos que pedir y acoger.

“Señor, resucítanos de toda forma de injusticia y violencia”

“Entra Señor en nuestra vida. Haznos pacíficos y pacificadores”

Les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras. Las Escrituras hablan de la pasión y muerte de Jesús, hablan también de nuestra vida, de nuestros sufrimientos y alegrías.

“Señor, ábrenos la mente para comprender tu Palabra, para ver la vida a la luz de tu Palabra para que afrontemos la cruz con esperanza  y compartamos la alegría de la Pascua”.

Han pasado, Señor, ya veinte siglos de tu resurrección y todavía no hemos perdido el miedo, aún no estamos seguros, aún tememos que las puertas del infierno podrían algún día prevalecer si no contra tu Iglesia, sí contra nuestro pobre corazón de cristianos.

Aún vivimos mirando a todos lados menos hacia tu cielo.

Aún creemos que el mal será más fuerte que tu propia Palabra.

Todavía no estamos convencidos de que tú hayas vencido al dolor y a la muerte.

Seguimos vacilando, dudando, caminando entre preguntas, amasando angustias y tristezas.

Repíteme de nuevo que tú dejaste paz suficiente para todos.

Pon tu mano en mi hombro y grítame: No temas, no temas.

Infúndeme tu luz y tu certeza, dame el gozo de ser de los tuyos, inúndame de la alegría de tu corazón. Hazme, Señor, testigo de tu gozo.

¡Y que el mundo descubra lo que es creer en ti!

Amén

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