miércoles, 1 de abril de 2015

DÉJALA, ELLA TENÍA RESERVADO ESE PERFUME PARA EL DÍA DE MI SEPULTURA



Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.

María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.

Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: «¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?» Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.

Jesús le respondió: «Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre».

Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado. Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.

Palabra del Señor

¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Pueden ayudar estas ideas:

María, Marta y Lázaro son amigos de Jesús. Jesús apoya a sus amigos y se apoya en ellos…

Bendito seas por tantas personas sencillas y buenas que viven y caminan con nosotros haciéndote presente cada día con rostro amigo de padre y madre.

Bendito seas por quienes nos aman sinceramente, y nos ofrecen gratuitamente lo que tienen y nos abren las puertas de su amistad, sin juzgarnos ni pedirnos cambiar.

Bendito seas por las personas que contagian simpatía y siembran esperanza y serenidad aún en los momentos de crisis y amargura que nos asaltan a lo largo de la vida.

Bendito seas por quienes creen en un mundo nuevo aquí, ahora, en este tiempo y tierra, y lo sueñan y no se avergüenzan de ello y lo empujan para que todos lo vean.

Bendito seas por quienes aman y lo manifiestan y no calculan su entrega a los demás, por quienes infunden ganas de vivir y comparten hasta lo que necesitan.

Bendito seas por las personas que destilan gozo y paz y nos hacen pensar y caminar, y por las que se entregan y consumen por hacer felices a los demás.

Bendito seas por las personas que han sufrido y sufren y creen que la violencia no abre horizontes, por quienes tratan de superar la amargura y no se instalan en las metas conseguidas.

Bendito seas por quienes hoy se hacen cargo de nosotros y cargan con nuestros fracasos y se encargan de que no sucumbamos en medio de esta crisis y sus ramalazos.

Bendito sea por tantos y tantos buenos samaritanos que detienen el viaje de sus negocios y se paran a nuestro lado a curarnos, y nos tratan como ciudadanos y hasta hermanos.

Bendito seas por haber venido a nuestro encuentro y habernos hecho hijos queridos, que podemos contar contigo y con tantos hermanos a pesar de nuestra torpeza y orgullo.

María no sabe cómo agradar al Señor. Se ha pasado tantas horas escuchándolo... y quizá sea ésta la última vez que pueda disfrutar de su presencia y de su palabra, Y unge los pies de Jesús con perfume, con un perfume muy caro; y los enjuga con sus cabellos. No le cabe a María el amor en su corazón. Jesús se deja querer. Abre su gran corazón, hambriento de amor y saciado de desprecios, para acoger el cariño de María.

“Señor, enséñanos a expresar el amor que tenemos a las personas”

“Gracias por acoger mi amor, aunque sea pequeño y mezquino”

¡Qué lejos estaba ya Judas de Señor y de sus amigos! Sus palabras son como una nube negra en un cielo azul.

Cuando no nos ponemos en lugar del otro, cuando no comprendemos sus sentimientos... es mejor que callemos.

¿Qué te dice el Señor? ¿Qué le dices?

Amén

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