Seis días antes de la Pascua,
Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le
prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.
María, tomando una libra de
perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los
secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus
discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: «¿Por qué no se vendió este perfume
en trescientos denarios para dárselos a los pobres?» Dijo esto, no porque se
interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de
la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.
Jesús le respondió: «Déjala.
Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los
tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre».
Entre tanto, una gran multitud
de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino
también para ver a Lázaro, al que había resucitado. Entonces los sumos
sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se
apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres
decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer
realidad este evangelio en mi vida?
Pueden ayudar estas
ideas:
María,
Marta y Lázaro son amigos de Jesús. Jesús apoya a sus amigos y se apoya en
ellos…
Bendito
seas por tantas personas sencillas y buenas que
viven y caminan con nosotros haciéndote presente cada
día con rostro amigo de padre y madre.
Bendito
seas por quienes nos aman sinceramente, y nos
ofrecen gratuitamente lo que tienen y nos abren las puertas
de su amistad, sin juzgarnos ni pedirnos cambiar.
Bendito
seas por las personas que contagian simpatía y
siembran esperanza y serenidad aún en los momentos de
crisis y amargura que nos asaltan a lo largo de la vida.
Bendito
seas por quienes creen en un mundo nuevo aquí,
ahora, en este tiempo y tierra, y lo sueñan y no se
avergüenzan de ello y lo empujan para que
todos lo vean.
Bendito
seas por quienes aman y lo manifiestan y no
calculan su entrega a los demás, por quienes infunden
ganas de vivir y comparten hasta lo que necesitan.
Bendito
seas por las personas que destilan gozo y paz y nos
hacen pensar y caminar, y por las que se entregan
y consumen por hacer felices a los demás.
Bendito
seas por las personas que han sufrido y sufren y creen
que la violencia no abre horizontes, por quienes tratan de
superar la amargura y no se instalan en las
metas conseguidas.
Bendito
seas por quienes hoy se hacen cargo de nosotros y
cargan con nuestros fracasos y se encargan de que no
sucumbamos en medio de esta crisis y sus ramalazos.
Bendito
sea por tantos y tantos buenos samaritanos que
detienen el viaje de sus negocios y se paran a nuestro lado
a curarnos, y nos tratan como ciudadanos y hasta hermanos.
Bendito
seas por haber venido a nuestro encuentro y
habernos hecho hijos queridos, que podemos contar
contigo y con tantos hermanos a pesar de nuestra
torpeza y orgullo.
María
no sabe cómo agradar al Señor. Se ha pasado tantas horas escuchándolo... y
quizá sea ésta la última vez que pueda disfrutar de su presencia y de su
palabra, Y unge los pies de Jesús con perfume, con un perfume muy caro; y los
enjuga con sus cabellos. No le cabe a María el amor en su corazón. Jesús se
deja querer. Abre su gran corazón, hambriento de amor y saciado de desprecios,
para acoger el cariño de María.
“Señor,
enséñanos a expresar el amor que tenemos a las personas”
“Gracias
por acoger mi amor, aunque sea pequeño y mezquino”
¡Qué
lejos estaba ya Judas de Señor y de sus amigos! Sus palabras son como una nube
negra en un cielo azul.
Cuando
no nos ponemos en lugar del otro, cuando no comprendemos sus sentimientos... es
mejor que callemos.
¿Qué te dice el Señor? ¿Qué le dices?
Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario