Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos
sacerdotes y les dijo:
«¿Cuánto me darán si se lo entrego?» Y resolvieron darle treinta monedas
de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para
entregarlo.
El primer día de los Ácimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús:
«¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?»
Él respondió: «Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle:
"El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con
mis discípulos"».
Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.
Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús
les dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará». Profundamente
apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno:
«¿Seré yo, Señor?» Él respondió: «El que acaba de servirse de la misma
fuente que Yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está
escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado:
más le valdría no haber nacido!» Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó:
«¿Seré yo, Maestro?» «Tú lo has dicho», le respondió Jesús.
Palabra de Dios
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi
vida?
Pueden ayudar estas ideas:
Hoy es
el evangelista Mateo el que nos cuesta la traición de Judas. Fijémonos en
algunos detalles:
Jesús
fue vendido por 30 monedas.
Para Dios,
las personas no tenemos precio, tenemos dignidad; sólo las cosas tienen precio.
Nos duele que nos traten mal, como si fuéramos una máquina, un pañuelo de usar
y tirar, o una escoba...
Sin
embargo, a veces tratamos a las personas como si fueran cosas y a las cosas con
la dignidad de las personas.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
- Judas
comparte su tiempo y su corazón: con los que quieren matar a Jesús y con el
propio Jesús. Vende a Jesús y come con él. Con una mano acepta las 30 monedas y
con la otra moja en fuente del Señor. Y en el colmo de la contradicción lo
llama “Maestro” y pregunta “Soy yo acaso”.
Es
difícil encontrarse en tamaña contradicción, en una esquizofrenia así. Pero
nadie es ajeno a esta realidad. Nos atrae Jesús y tantas otras cosas contrarias
a su proyecto. Dedicamos tiempo a servir a los demás, pero buscamos
compensaciones, reconocimientos...
Lo
importante es no acostumbrarse a estas contradicciones, tratar de superarlas,
con la ayuda de Dios, con nuestro esfuerzo y con una importante dosis de
paciencia, para no hacernos daño.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
“Señor, Jesús, que supiste dar testimonio
de tu confianza en Dios, especialmente en los momentos de dificultad: en el
cansancio de los caminos de Judea, en la predicación estéril a tus propios
convecinos, en la asechanza constante de los fariseos, en la angustia y la
soledad de huerto de los olivos, en la traición de los amigos, en el camino
doloroso y humillante hacia el Gólgota, en la agonía de la muerte, en el
sin-sentido, en la oscuridad…
Danos un corazón como el tuyo, confiado y
paciente, para que también nosotros seamos capaces de dar testimonio en las
dificultades, grandes o pequeñas, que acompañan nuestra vida de discípulos;
ayúdanos, Señor, a parecernos a ti, que eres manso y humilde de corazón;
enséñanos a ser discípulos, no sólo en la comodidad de los días claros y
limpios, sino también en los problemas que nos inquietan cada día; que tu luz
brille siempre, Señor, y nos ilumine en todas nuestras oscuridades”
Amén
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