Jesús dijo a
sus discípulos:
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que
por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre de
ustedes que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de
que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu
Reino, que se haga
tu voluntad en la tierra
como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como
nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.
Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo
también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el
Padre los perdonará a ustedes.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres
decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer
realidad este evangelio en mi vida?
Pueden ayudar estas
ideas:
¡Padre!
¡Padre nuestro!, Padre nuestro por nuestra unión a Cristo, su Hijo único. Unión
que nos lleva a santificarlo, pues Él nos ha santificado. Santificar el Nombre
de Dios entre las naciones por nuestras buenas obras nacidas del amor, que Él
ha infundido en nosotros.
Trabajar
por su Reino a brazo partido queriendo alcanzar un mundo más justo, más
fraterno y más en paz.
Puestos a
los pies del Señor para escucharlo, para contemplar la manera en que nos amó
hasta el extremo, para que sigamos sus huellas, pues ésta es la forma en que
haremos su voluntad.
Entonces,
hechos uno con Él no pasaremos de largo ante la pobreza, ante el dolor, ante la
desnudez, ante el hambre, ante la sed, ante la enfermedad y ante la injusticia
que padecen muchos hermanos nuestros, pues estaremos dispuestos a compartir con
ellos no sólo nuestro pan y los bienes materiales que Dios puso en nuestras
manos, sino nuestra vida misma.
Entonces
sabremos aceptar nuestra fragilidad y la fragilidad de todos nuestros hermanos;
y estaremos dispuestos a perdonarnos mutuamente, pues somos un signo del amor,
de la misericordia y del perdón de Dios, y no signo de condenación.
Que Dios
nos conceda serle siempre fieles y no dejarnos dominar por las tentaciones ni
vencidos por el mal. Si somos hijos de Dios confiemos en Él y dejemos que su
Espíritu nos conduzca por el camino del bien.
Amén
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