Los judíos tomaron piedras para apedrear a Jesús.
Entonces Jesús dijo: «Les hice ver muchas obras buenas que vienen del
Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?»
Los judíos le respondieron: «No queremos apedrearte por ninguna obra
buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios».
Jesús les respondió: «¿No está escrito en la Ley de
ustedes: "Yo
dije: Ustedes son dioses"? Si la Ley llama dioses a los que
Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada- ¿cómo dicen:
"Tú blasfemas", a quien el Padre santificó y
envió al mundo, porque dijo:
"Yo soy Hijo de Dios"?
Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las
hago, crean en las
obras, aunque no me
crean a mí.
Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y Yo en el
Padre».
Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero Él se les escapó de las
manos.
Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan Bautista
había bautizado, y se quedó allí. Muchos fueron a verlo, y la gente decía:
«Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era
verdad». Y en ese lugar muchos creyeron en Él.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres
decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer
realidad este evangelio en mi vida?
Pueden ayudar estas
ideas:
El
Evangelio de Juan nos ayuda a comprender el ambiente que respiraron Jesús y sus
discípulos antes de aquel primer viernes santo. La hostilidad se podía cortar,
el enfrentamiento era cada vez más espeso. Los amigos del Maestro casi no se
atreven a hablar, sus miradas no se atreven a levantarse, bajo el peso de la
preocupación, la tristeza, el desconcierto...
Jesús
se ve obligado a marchar al otro lado del Jordán. Habría podido quedarse Jesús
allí, incluso podría haber huido por el desierto. Seguro que no faltó alguien
que le aconsejó tomar ese camino.
¡Cuánto
pensaría y rezaría Jesús aquellos días! No era fácil creer que el camino de la
misión se adentraba en los territorios sombríos de la muerte. No era fácil.
Pero Jesús fue fiel. Fiel al Padre, fiel a la humanidad, fiel a ti y a mí, fiel
al que le ama y al que le aborrece.
Padre,
dame fuerza para ser fiel, para ser fiel como Jesús,
tu hijo, para amar al que no lo merezca, para
perdonar, aunque parezca inútil, para decir la verdad,
aunque sea peligroso, para sembrar, aunque la
tierra escupa la semilla, para crecer en bondad,
aunque pocas veces lo consiga, para luchar por la
justicia, aunque me critiquen, para defender la vida de los débiles, aunque
nadie lo agradezca, para rezar cada día,
aunque crea que pierdo el tiempo, para trabajar por la paz,
aunque no me comprendan, para anunciar el
Evangelio, aunque se me rían, para dar la vida de todo,
aunque sea una locura.
Gracias,
Padre, por ayudarme a ser fiel, Gracias por convertir
"el fracaso" de Jesús, en fuente de vida nueva
para la humanidad.
Gracias
porque con nuestros esfuerzos "inútiles" construyes
un mundo más justo y fraterno.
Gracias
porque ningún gesto de amor se pierde en tu Reino.
Amén
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