Jesús dijo a los sumos sacerdotes
y a los ancianos del pueblo:
«Escuchen
otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó,
cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos
viñadores y se fue al extranjero.
Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para
percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo
golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió
a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los
trataron de la misma manera.
Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: "Respetarán a mi
hijo". Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Éste es el
heredero: vamos a matarlo para quedamos con su herencia". Y apoderándose
de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.
Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos
viñadores?»
Le respondieron: «Acabará con esos miserables y arrendará la viña a
otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo».
Jesús agregó:
«¿No han leído nunca en las Escrituras: "La
piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra
angular: ésta es la
obra del Señor, admirable a
nuestros ojos?"
El que caiga sobre esta piedra quedará destrozado, y aquél sobre quien
ella caiga será aplastado.
Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para
ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos».
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas,
comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo,
pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Pueden ayudar estas ideas:
Los
sumos sacerdotes y los fariseos comprendieron que hablaba de ellos. Ojalá
comprendiéramos que esta Palabra, su Palabra, está dirigida a cada uno de
nosotros.
“Habla,
Señor, que tu hijo escucha”
“Tu
Palabra, Señor, es luz en sendero”
“Sólo
Tú, Señor, tienes palabras de vida eterna”
Dios es
el amo de la viña, una viña bien plantada, bien cuidada... Tenía hasta lagar y
casa para el guardia. Esa viña es el mundo, es nuestra propia vida. Los
labradores querían ser dueños de la viña, sin dar cuentas a nadie. Algo
semejante nos ocurre a nosotros. Olvidamos que el mundo y la vida son regalo de
Dios, no queremos dar cuentas a nadie... Por este camino, la viña se echa a
perder, no damos fruto, somos infelices...
“Gracias
Señor, por el regalo de la vida, del mundo”
“Enséñanos
a ser buenos administradores”
Nos
molestan las personas que nos recuerdan la verdad de nuestra vida, la verdad de
nuestro mundo. Y tratamos de apartarlas, de hacerlas callar, de suprimir su
voz.
“Señor,
que sepamos acoger a tus profetas”
“Haznos
mensajeros de la verdad, de tu amor”
SEÑOR
de la existencia: ¡Quién supiera hacer de su entera vida una acción de gracias,
y de todos los latidos de su corazón una alabanza a tu nombre!
Anunciar,
lo mismo en las horas felices que en la desgracia, la fidelidad de tu amor que
nunca disminuye.
Señor
de la existencia: Tus acciones son la fuente de mi alegría y en tus obras, se
sacia mi corazón, siempre insatisfecho.
¡Qué
sabio es tu proceder con los humanos!
¡Qué
profundos los caminos que abres al que llamas para ti!
Los
necios quieren guiarse por su propia razón, ¡y todos sus pasos conducen al
atolladero!
Cuando
parece que el triunfo va a coronar sus esfuerzos, el gusano de la amargura o el
fuego de la incertidumbre ponen fin a su orgulloso florecer.
Porque
todo el que no siembra contigo, desparrama; y la vida que no se nutre de ti
enflaquece sin gracia y sin destino.
enflaquece sin gracia y sin destino.
Señor
de la existencia: Tú viertes en mis venas aromas de esperanza y templas mis
nervios con las armonías del más virtuoso instrumentista.
Por
eso, el conjunto de mis años será una gozosa melodía, una cantata de los más
gloriosos acordes, que hará enmudecer de asombro a todos los que negaron tu
necesidad y tu presencia.
El que
confía en ti, Señor, escapa a los juicios mezquinos de la historia, y sus raíces,
bien regadas, dan fruto más allá de los cambios de ideologías, modas y poderes.
¡No hay
frustración para quien se abandona a tus destinos, ni vejez o enfermedad que no
lleven sus frutos de madurez!
Señor
de mi existencia: ¡Ojalá fueses Tú el único músico de mi vida; y yo,
únicamente, cantor de tus verdades!
Amén
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