Jesús dijo a la multitud:
El Reino de los Cielos se parece a
un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder,
y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba
a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo
que tenía y la compró.
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi
vida?
Sólo quien posee la Sabiduría que procede de
Dios podrá valorar adecuadamente el Evangelio y la Vida que Dios le ofrece.
Nadie vendrá a Cristo si no lo llama el
Padre; nadie entenderá a Cristo si no es conducido por el Espíritu Santo. No
basta descubrir, comprender a Cristo como el Camino, la Verdad y la Vida. A
aquel Escriba que le dice a Jesús: Muy bien, Maestro. Tienes razón al afirmar
que Dios es único y que no hay otro fuera de Él; y que amarlo con todo el
corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo
como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios, Jesús le
indica: No estás lejos del Reino de Dios.
Mientras no seamos capaces de renunciar a
todo y centrar, realmente, nuestra vida en sólo Dios, estaremos,
permaneceremos, cerca del Reino de Dios, pero no entraremos en Él.
El Señor nos pide que seamos capaces de
dejarlo todo y pertenecerle únicamente a Él; porque, de qué le sirve al hombre
ganar el mundo entero, si al final pierde su vida.
¿Qué me quieres decir
Señor?
¿Qué quieres que yo
haga?
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