En el corazón de la celebración de la Eucaristía se
encuentra EL PAN Y EL VINO que, por las palabras de Cristo y por la invocación
del Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Fiel a la
orden del Señor, la iglesia continúa haciendo, en memoria de Él, hasta su
retorno glorioso, lo que Él hizo en la víspera de su pasión: “Tomo el PAN…” “Tomó el cáliz lleno de VINO…” Al convertirse misteriosamente
en el Cuerpo y la Sangre de Jesús.
Los SIGNOS
DEL PAN Y DEL VINO, fruto del trabajo del hombre, pero antes fruto de la
tierra y de la vid, dones del creador.
El Señor, habiendo amado a los suyos, nos amó hasta
el fin, y cenando con sus apóstoles en la celebración de la pascua judía, les
lavó los pies y les ordenó que llevaran PAN
Y VINO como recuerdo de su estancia entre nosotros
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