sábado, 24 de octubre de 2015

SI USTEDES NO SE CONVIERTEN, ACABARÁN DE LA MISMA MANERA



En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilatos mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él respondió:

«¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera».

Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: "Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Entonces córtala, ¿para qué malgastar la tierra?" Pero él respondió: "Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás"».

Palabra del Señor

¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 


No sólo estamos llamados a rezar más, estamos llamados a rezar mejor. A veces no rezamos bien, rezamos subidos en la prepotencia, en el orgullo, en la autosuficiencia, en el desprecio a los demás.

Al leer este Evangelio, podemos caer en la tentación de creer que nosotros no rezamos así. No vayamos tan deprisa. Rezamos como vivimos, y ¿quién está libre del orgullo?

La sencilla oración del publicano nos ayuda a vivir y a rezar bajando a la verdad, a la humildad, a la pobreza y a la sencillez.

¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

A veces, Señor, sólo a veces, me mueve tu espíritu y la libertad,
me siento henchido de gozo, y me río a carcajadas del qué dirán y de lo que se propone como razonable, bueno, firme y honesto, porque siento que en mi pecho
está a punto de brotar un manantial de vida, gozo y novedad.

A veces, Señor, sólo a veces, harto de este malvivir, de tanto aparentar y de ser fariseo, subo al templo a estar contigo como el publicano del evangelio.

Me coloco en los últimos puestos sin atreverme a levantar cabeza, me desnudo en tu presencia y se opera el milagro esperado. 

A veces, Señor, sólo a veces, me encuentro contigo junto a los pozos de agua heredados, o a los árboles gratuitos del camino  soñando recibir lo que necesito;
más por obra y gracia de tu querer, que se adelanta siempre, termino dando de lo que atesoro para mi desconcierto y tú regocijo.

A veces, Señor, sólo a veces, me hago sencillo y transparente, y en esos diálogos sinceros se me estremece el corazón y fecundan las entrañas con tantas semillas de vida y gracia, que me siento joven y libre para caminar por la historia sin tener que justificar mis andanzas.

A veces; Señor, sólo a veces, leo el evangelio y descubro que no necesita explicaciones para que fecunde mis entrañas.

Amén

No hay comentarios:

Publicar un comentario