Jesús dijo a sus discípulos:
Les aseguro que aquél que me reconozca abiertamente
delante de los hombres, el Hijo del hombre lo reconocerá ante los ángeles de
Dios. Pero el que no me reconozca delante de los hombres no será reconocido
ante los ángeles de Dios.
Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre se le perdonará; pero
al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará.
Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las
autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir,
porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir.
Palabra del Señor
¿Qué
me quieres decir, Señor?
¿Cómo
puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Dios está de tu parte. Y tú ¿lo defiendes
cuando es atacado en la familia, entre tus amigos? ¿Qué haces cuando se habla
mal, se lucha contra Dios y contra su Iglesia? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le
dices?
Respecto al pecado contra el Espíritu Santo
dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 1648: “No hay límites a
la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la
misericordia de Dios, mediante el arrepentimiento, rechaza el perdón de sus
pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo. Semejante endurecimiento
puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna. El pecado contra
el Espíritu Santo consiste, pues, en la negación de parte de la persona, a
aceptar la salvación y el perdón dados por Dios. Cuando el corazón de una
persona se obstina de tal manera que no acepta que necesita arrepentirse de sus
pecados y se resiste a esta gracia, comete el pecado contra el Espíritu Santo
el cual puede llevarlo al infierno. ¿Por qué? No porque la Iglesia y el Señor
no puedan perdonarle, todo lo contrario, sino mas bien porque la persona misma,
voluntariamente ha rechazado este perdón y salvación dadas por Dios”.
Dices que soy manantial y no vienes a beber.
Dices que soy vino gran reserva y no te
embriagas.
Dices que soy suave brisa y no abres tus
ventanas.
Dices que soy luz y sigues entre tinieblas.
Dices que soy aceite perfumado y no te unges.
Dices que soy música y no te oigo cantar.
Dices que soy fuego y sigues con frío.
Dices que soy fuerza divina y estás muy débil.
Dices que soy abogado y no me dejas
defenderte.
Dices que soy consolador y no me cuentas tus
penas.
Dices que soy don y no me abres tus manos.
Dices que soy paz y no escuchas el son de mi
flauta.
Dices que soy viento recio y sigues sin
moverte.
Dices que soy defensor de los pobres y tú te
apartas de ellos.
Dices que soy libertad y no me dejas que te
empuje.
Dices que soy océano y no quieres sumergirte.
Dices que soy amor y no me dejas amarte.
Dices que soy testigo y no me preguntas.
Dices que soy sabiduría y no quieres aprender.
Dices que soy seductor y no te dejas seducir.
Dices que soy médico y no me llamas para
curarte.
Dices que soy huésped y no quieres que entre.
Dices que soy fresca sombra y no te cobijas
bajo mis alas.
Dices que soy fruto y no me pruebas.
Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario