viernes, 23 de mayo de 2014

MOISÉS, EL GRAN LIBERTADOR



Durante cuatrocientos años, el pueblo de Israel vivió contento y feliz, hasta que llego un mal rey, un faraón que por envidia los quiso acabar, poniéndolos a trabajar como esclavos. Una de sus últimas órdenes fue que tiraran a todos lo niños recién nacidos de este pueblo al río Nilo, para que se ahogaran. Por la intervención de su hija, Moisés fue rescatado del río y llevado a vivir al palacio del faraón.

Cuando Moisés se hizo adulto, se puso a favor de su pueblo israelita. Por defender a uno de su pueblo tuvo que matar a un egipcio. Al llegar la noticia al faraón tuvo que huir al desierto.

Un día mientras apacentaba al rebaño de su suegro, vio a una zarza que ardía sin consumirse. Se acercó y oyó la voz de Dios quien le ordenaba que regresar a Egipto y sacara a los israelitas y los llevara de nuevo a la tierra prometida.

Moisés fua ver al faraón quien no le hizo caso a Moisés. Por eso Dios castigo al pueblo egipcio mandándoles diez plagas. La última plaga fue la muerte de los primogénitos egipcios. 

Entonces el faraón dejo libre al pueblo israelita.

Después se arrepintió y mando a sus soldados con su carros de guerra para que los hicieran regresar. Pero no pudieron alcanzarlos, ya que los israelitas había llegado a la orilla del mar rojo, las aguas se abrieron para que el pueblo pudira cruzar el mar. Cuando llegaron los soldados del faraón las aguas del mar se cerraron ahogándolos.

Los israelitas tardaron cuarenta años en llegar a Palestina, para poblar de nuevo la tierra prometida, La tierra de Canaán. Pero a medio viaje, cuando pasaron frente al monte Sinaí Dios hizo una alianza con este pueblo. Dios será como un Padre y el pueblo como un hijo. Dios protegerá a su pueblo y el pueblo obedecerá a Dios, guardando los diez mandamientos de la ley Judía.

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